jueves, 2 de abril de 2020

TRIDUO DIA 2º: ORACIÓN A CRISTO, MUERTO EN EL SEPULCRO







REFLEXIONES DE NUESTRO PÁRROCO
D. JOSÉ MIGUEL BRACERO 

*DÍA 2 – JUEVES 2 DE ABRIL 2020*
“Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día” 
(Jn 8, 51-59)

    ¡Buenos días, guadalcaceños! Hoy celebramos el 2º día del Triduo en honor de nuestra Madre la Santísima Virgen de los Dolores, y centraremos nuestra mirada desde el corazón en la bella imagen del Santo Entierro de nuestro Señor Jesucristo.

     Precisamente hay una frase del mismo Jesús que nos habla en el Evangelio diciendo: "en verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte”. Todos sabemos que la muerte fue vencida por Aquel que venció al pecado, y resucitó al tercer día. 

     Qué contraste que aquellos que este próximo Domingo de Ramos recibieron a Jesús al grito de ¡Hosanna en el Cielo! ¡Hosanna el que viene en nombre del Señor!, aquellos que habían visto sus milagros, habían sido curadas sus parálisis y cegueras, y habían sido perdonados de sus pecados, dentro de unos pocos días, serán los mismos que gritarán de otra forma muy distinta: ¡Crucifícale, crucifícale! 

     Qué poco nos dura la fidelidad al Señor ¿verdad? Cuando pedimos algo a su Providencia y nos es concedida, la alegría es grande pero muy efímera. Nos hace falta interiorizar cada día las grandes y maravillosas obras que Él hace en nuestros corazones y que dejamos pasar porque tal vez nos pase como a Marta, la hermana de Lázaro, a quien el Maestro dijo: “Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria; María, tu hermana, ha escogido la mejor parte, y no le será quitada” (cfr. Lc 10, 38). María, a los pies de Jesús, escuchaba su palabra embelesada por tan grandiosa manifestación de la Gloria de Dios a través de su Unigénito, el Mesías, al que todos esperaban y no quisieron reconocer.

     Aquí cobran un sentido pleno las palabras de Jesús que he mencionado antes: “quien escucha mi palabra, no verá la muerte”. Jesús tiene con nosotros *un pacto, una alianza* como al que selló Dios con Abrahán en la 1ª lectura del Génesis de hoy, cuando le dijo: “Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros”. 

     Es una alianza con aquel que fue ELEGIDO por Dios para sacar a su pueblo del destierro, le concedió la Tierra Prometida, que de su pueblo nacerían muchas naciones y muchos reyes, -dice el Señor. 

     La parte de Dios es muy concreta, pero es inmensa su generosidad, qué maravilla sentirse el pueblo elegido por Dios. En lo que corresponde a Abráhan, sería fiel a esta llamada, a su vocación, conduciendo a su pueblo hacia el corazón mismo de Dios y llevándolos a la tierra de Canaán.  
Esta misma alianza con Abrahán se sigue renovando en cada uno de nosotros, sus descendientes, discípulo de este padre de la fe. 

     Es como un contrato: Él me ha elegido también a mí, a cada uno de nosotros, a través de *una vocación*: unos al sacerdocio, como yo; otros a la vida religiosa, como los frailes, monjas, consagrados; y otros a formar *una familia cristiana*, como vosotros, buscando seguirle en este precioso proyecto en el que también os convertís cada uno en “maestros de la fe” llevando el amor y la esperanza a los corazones que os rodean, especialmente ahora en estos momentos de crisis y de sufrimiento para tantas familias aquí y en todo el mundo. 

     Es momento de dar gracias a Dios por nuestros padres, nuestros hijos, nuestra familia, nuestros amigos… 

     También buen momento para revisar mi particular “contrato” con el Señor, que nos amó hasta el extremo dando su vida por nosotros clavado en un madero. Este contrato no tiene letra pequeña, no tiene cláusulas abusivas ni exigencias imposibles. 

    Somos nosotros los que incumplimos nuestra parte porque nos alejamos –sin querer muchas veces- de sus caminos, de lo que nos tiene preparado y que es lo único que nos asegura la felicidad plena, la inmortalidad, la vida eterna manifestada en su gloriosa Resurrección. 

     Le pedimos al Santísimo Cristo, yacente en su urna, en ese Santo Sepulcro en el que fijamos hoy nuestra mirada, y a nuestra Madre la Virgen de los Dolores, que como ella, renovemos cada día nuestro SI a nuestra vocación, a la llamada de Dios, que no es otra que seguir la palabra de Jesús, su mensaje, su Evangelio, y gozar de todos los dones y gracias que nos regala y que son administrados por su Iglesia, instituida por Él mismo para todos los hombres, para su salvación y la vida eterna.

     Gracias por vuestras oraciones y que Dios os dé mucho *ánimo y fortaleza* en estos duros momentos que atravesamos y en los que nos puedan llegar en nuestras vidas.

*¡Con Él venceremos siempre!*

Un abrazo fuerte en casa a toda la familia y os doy mi bendición.

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